domingo, 21 de junio de 2015

"En las rutas, durante las noches de invierno, sin techo, sin ropas, sin pan, una voz me estrujaba el corazón helado: "Flaqueza o fuerza: ya está, es la fuerza. Tú no sabes a dónde vas, ni por qué vas, entra en todas partes, responde a todo. No han de matarte más que si ya fueras un cadáver."
A la mañana, tenía la mirada tan perdida y tan muerto el semblante que los que se encontraban conmigo acaso no me vieron.

En las ciudades, el barro se me aparecía de pronto rojo y negro, como un espejo cuando la lámpara circula en la pieza vecina, ¡como un tesoro en la selva! Buena suerte, gritaba yo, y veía en el cielo un mar de humo y de llamas; y a la derecha, y a la izquierda, todas las riquezas ardían como un millar de rayos.


Pero la orgía y la camaradería de las mujeres me estaban prohibidas. Ni siquiera un compañero. Yo me veía ante una muchedumbre exasperada, frente al pelotón de ejecución, llorando la desgracia de que no hubieran podido comprender, ¡y perdonando!¡como Juana de Arco! "sacerdotes, profesores, maestros, os equivocáis al entregarme a la justicia. Jamás he pertenecido a éste pueblo, yo no he sido jamás cristiano; yo soy de la raza que cantaba en el suplicio; no comprendo las leyes; no tengo sentido moral, soy una bestia: os estáis equivocando..."


Sí, tengo los ojos cerrados a vuestra luz. Yo soy un animal, un negro. Pero yo puedo ser salvado. Vosotros sois falsos negros, vosotros maniáticos, feroces, avaros. Mercader; tú eres negro; magistrado, tú eres negro; general, tú eres negro; emperador, vieja comezón, tú eres negro: tú has bebido licor no tasado, de la fábrica de Satán. Éste pueblo está inspirado por la fiebre y el cáncer. Inválidos y viejos son tan respetables, que merecen ser hervidos. Lo más discreto es abandonar éste continente, donde ronda la locura para proveer de rehenes a esos miserables. Entro en el verdadero reino de los hijos de Cam. 


¿Conozco al menos la naturaleza? ¿me conozco? Basta de palabras.

 Sepulto a los muertos en mi vientre. ¡Gritos, tambor, danza, danza, danza, danza!
Ni siquiera se me ocurre que a la hora en que los blancos desembarquen, yo caeré en la nada. 

¡Hambre, sed, gritos, danza, danza, danza, danza...!"



Extracto de
Una temporada en el infierno
por Arthur Rimbaud

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