miércoles, 1 de junio de 2016

No existe un sólo instante 
en que no haya estado consciente
de encontrarme fuera del paraíso
[...]
Jamás el espíritu dubitativo, aquejado de hamletismo, fue pernicioso:
el principio del mal reside en la tensión de la voluntad,
en la ineptitud para el quietismo,
en la megalomanía prometeica de una raza que revienta de ideal,
que estalla bajo sus convicciones y la cual, 
por haberse complacido en despreciar la duda y la pereza
-vicios mas nobles que todas sus virtudes-,
se ha internado en una vía de perdición, en la historia, 
en esa mezcla indecente de banalidad y  apocalipsis...
Las certezas abundan en ella:
suprimidlas y suprimiréis sobretodo sus consecuencias:
reconstruiréis el paraíso.
¿Qué es la caída sino la búsqueda de una verdad
y la certeza de haberla encontrado, la pasión por un dogma,
el establecimiento de un dogma? De ello resulta el fanatismo
-tara capital que da al hombre el gusto por la eficacia, por la profecía y el terror-,
lepra lírica que contamina las almas, las somete, las tritura o las exalta...
No escapan más que los escépticos (o los perezosos y los estetas), 
porque no proponen nada, porque -verdaderos bienhechores de la humanidad-
destruyen los prejuicios y analizan el delirio. 

Extracto de
Brevario de podredumbre

Emil Michel Ciorán

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