viernes, 7 de septiembre de 2018

Contemplar
cada centímetro de tierra
de este planeta
reducido a cenizas,
ver los océanos hervir.
Vislumbrar en el cielo nocturno
EL FUEGO 
de ese cuerpo celeste que lleva
millones de años en trayectoria
de colisión directa contra nosotros,
verlo rasgar nuestra atmósfera
y sentir el suelo temblar
con el impacto masivo y mortal.
O el desencadenamiento
de un virus o parásito
que de lugar a una pandemia mundial
hasta ver reducida la población a 0.
Incluso la extinción abrupta
de nuestro sol,
sumiendo todo nuestro sistema solar
en una oscuridad
gélida, yerma y eterna.

Pero no,
los deseos no se cumplen,
no importa con cuánta fuerza lo desee,
y aquí estamos.

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