viernes, 24 de julio de 2015

Durkheim comienza su estudio con una definición de suicidio: 
"Todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo realizado por la víctima misma y que, según ella sabía, debía producir ese resultado."
Ejemplo de un acto positivo: dispararse en la cabeza. 
Ejemplo de un acto negativo: rehusar a ingerir cualquier medicina necesaria y dejarse morir.
Él distingue tres clases de suicidio:

1. Suicidio egoísta, típico de sociedades donde el individuo carece de integración social.
2. Suicidio anómico, (anomia es para Durkheim lo que para otros autores, a partir de Hegel, es alienación), característico de falta de regulación social, existe una falta de normatividad en tanto que las normas sociales no son interiorizadas como propias por parte del individuo.
3. Suicidio altruista, característico de sociedades con alto grado de integración social, el individuo se suicida por su sensación de pertenencia a la sociedad. Se mata por ella, un claro ejemplo son los kamikazes. Esta relación es patológica porque la persona pierde el sentido de individualismo. Este tipo de suicidio consiste en ofrecer su vida por algún ideal, el individuo sacrifica su vida en honor a quien él cree que se beneficiará de ello. 

Freud aporta la hipótesis psicoanalítica de que el suicidio manifiesta una agresividad dirigida originalmente contra otra persona, que al no poder ser descargada se dirige hacia el propio individuo, es decir, secundariamente, contra sí mismo. 

En ésta perspectiva psicodinámica podemos distinguir con H.Hendin:

- El suicidio como una actitud de represalia o de revancha tras un abandono.
- El suicidio como asesinato reflejo como expresión de la lucha interna contra el deseo de matar.
- El suicidio en el que la muerte se convierte en una reunión con la persona amada muerta. 
- El suicidio en el que la muerte es un renacer que borra los fracasos. 
- El suicidio en el que la muerte es un castigo, mecanismo frecuente en el melancólico y el delirante.
- El suicidio en el que el individuo se creía estar ya muerto, frecuente en la melancolía y en el Síndrome de Cotard. 


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