martes, 20 de octubre de 2020

 Ha habido varios momentos clave
a lo largo de mi vida. 
Momentos muy importantes, 
instantes muy efímeros de ruptura
que lo cambiaron todo. 
No hacen falta más 
que unos pocos segundos. 

En párvulos, con 5 años, 
cuando entró aquel señor mayor
con su traje gris y el pelo canoso, 
paró la clase y dijo mi nombre en voz alta. 

Aquél fue el primero
de esos momentos. 
Así funcionan. 
Todo va bien, como de costumbre, 
y en unos segundos todo se tambalea. 
Y sientes que algo anda mal, 
pero no puedes medir la magnitud 
de la onda expansiva que viene con ello. 
No puedes saber que esos segundos 
que acabas de vivir y que no entiendes
los recordarás con cristalina claridad
por el resto de tu vida 
y probablemente 
los arrastrarás hasta que mueras...
Quién sabe si más allá. 

Aquel fue el primero. 
Me gustaría hacer una lista para 
enumerarlos y quemarlos. 
Pero no creo que pueda. 
No puedo. 
Supongo que eso indica 
que no los he superado. 

No creo que nunca pueda. 



viernes, 16 de octubre de 2020

Hubo un tiempo
en que pensé que había muerto. 
Pero la tristeza no mata. 
Se transforma y evoluciona
como una enfermedad dentro de ti,
adoptando formas que desdibujan
conceptos que creías conocer. 
La tristeza no se va, 
se convierte en otras cosas. 
Creías saber lo que era la ansiedad, 
pero no lo supiste de verdad 
hasta que fueron tus piernas 
las que fallaron. 
Creías que habías tocado el techo con eso, 
pero entonces evolucionó de nuevo
y se convirtió en angustia. 
Nada desaparece, 
todo se suma
Supongo que la depresión 
aunque no esté diagnosticada, 
es como un dragón. 
Y buscas la manera de derrotarlo, 
pero al dragón no se le puede matar. 
Sólo puedes lidiar con él.
Aprendes a vivir con el puto dragón 
y tratas de domesticarlo
para que sea lo menos nocivo posible. 
Aunque sepas con certeza absoluta
que es una maldita bomba de tiempo
que tarde o temprano explotará en llamas
que arrasarán no sólo contigo, 
sino con todo cuanto tengas alrededor.