Resulta emocionante vivir al límite.
Muchos días transcurren en la anhedonia,
pero incluso en ésos, puedo sentir
el acecho del vacío en la oscuridad,
permaneciendo latente,
como un pulso,
un latido
que marca la cuenta regresiva
del próximo traspiés hacia el abismo.
¿Será hoy?
¿Será mañana?
¿Caeré del todo esta vez,
por fin?
¿Tendré cojones...
de hacerlo?
¿Cómo puede dar miedo
aquello cuya simple idea
produce alivio?
Sería bonito
que alguien me atropellase
e hiciera el trabajo sucio por mí.
Sería bonito morir sin darse cuenta.
Despojando de todo sentido
a todo lo ya vivido.
Porque seamos honestos,
al final sólo se suicida
quien ha intentado
buscarle sentido a la vida.
Ya hay que ser gilipollas.
Joder,
rozar la cumbre
de la idiotez.
Y sí soy.