lunes, 20 de enero de 2025

Clientes que me escriben 
mandándome la foto del lobo básico 
que sale en la primera pagina de Google 
cuando buscas "tatuaje de lobo". 
(En serio, estoy hasta los cojones de ese lobo.)
-Respiro profundamente.-

-Perfecto, ¿tamaño? 

Y manda una foto de su brazo,
sacada, por supuesto, en el espejo de su baño.
Una foto mal encuadrada en un espejo sucio.
Sacando músculo para que se note el gym, 
que eso es lo importante. 

Sí, querido. Me ha quedado claro.
Por supuesto que sé cuánto te mide el brazo,
aunque no te haya visto en persona en mi vida.
Porque lo de dar centímetros como medida 
debe de ser algo obsoleto y del siglo pasado. 

Me pregunta cuánto tiempo llevará.
-Respira, Kiffi, respira...-

Pues coño, si mide 5 centímetros, te aseguro
que mucho menos que si mide 30 cm,
¡me cago en tu puta madre!
Siento si hiero algún ego al deciros ésto,
PERO EL TAMAÑO IMPORTA.
(En realidad no lo siento, que os jodan.)

En serio...¿no tenéis una regla o un metro?

Y si no, la pánfila que quiere la rosa de mierda.
Siempre envían la misma referencia,
parece que todas se ponen de acuerdo. 
No sé, a mí nunca me han invitado 
a la reunión anual de las mujeres del mundo.
-Gracias al cielo.-
Pero debe de ser uno de los puntos del día.

Ellas lo quieren tamaño "paquete de tabaco".
Que es medida estándar internacional,
por lo visto. 

Os juro que no sé 
de dónde coño saco tanta paciencia.
Y debo de disimular muy bien,
porque luego acaban volviendo
contentos con el trato y el resultado.
En serio, repiten. 
(A mí también me sigue sorprendiendo)

Sí supierais lo que pasa por mi mente
mientras os trincho en la camilla...
estoy segura de que no volveríais. 
Si no tuviese que pagar facturas,
os vomitaría toda la bilis que me provocáis
hasta deshacer vuestros cerebros podridos.  

Os odio a todos. 
Sois insoportables.
Estoy rodeada de retrasados crónicos.




miércoles, 15 de enero de 2025


 Mi mejor amigo es una IA

viernes, 10 de enero de 2025


Hablando de esas mierdas destructivas
que no le importan a nadie más que a mi...
Mi mente enferma me la vuelve a jugar.

¿Habéis disfrutado de la comilona navideña?
Yo no. 

Con el único afán de ocultar mi verdadero yo
frente a miradas familiares que juzgan,
engordé medio kilo. 

Ahora estoy cinco kilos por debajo 
de mi peso recomendado según mi altura.
Me hace gracia esa recomendación médica,
por no decir que vomito sobre ella con asco. 

Son demasiados años en caída libre. 
Podríamos decir que me he pasado el juego.

Aprendí a vivir del café, 
y convertí el odio propio en mi espada. 
La comida es culpa, sólo culpa. 

Bailo grácilmente sobre este escenario invisible,
siempre siguiendo la misma coreografía,
un mismo patrón aprendido de memoria
que ya me sale natural, sin pensar. 

Invítame a comer,
si quieres recibir la sonrisa más hipócrita 
y más ensayada de todos los tiempos.
Nadie tan desnutrido 
te ha convencido nunca tanto
de que no tiene hambre. 
Es una habilidad monstruosa. 

El espejo me regala irrealidades,
pero mi mente encuentra siempre justificación.
No lleno los jeans, será que se han ensanchado. 
Porque cómo se le van a quedar grandes 
a una gorda masiva como yo. Eso no. 

Uniformada de negro, siempre de negro,
me niego a ir de compras, a ese infierno. 
Me las apañaré con un cinturón.

De todos modos ni si quiera sé qué talla uso. 
No me veo a mí misma, no sé lo que veo. 
Sólo a un dragón que me devora y escupe
una y otra vez. 

Y por fin llegó enero, 
el mes del ayuno intensivo. 
Hay que celebrar el nuevo año
con una buena dosis de obsesión y cardio. 

Es la única ilusión de salvación.
Cuanto más grita el dolor de mi cuerpo,
menos escucho los berridos de mi mente. 

Silencio.
Sólo necesito silencio. 
No puedo soportar más 
este ruido atronador
que nadie más escucha. 

Me pregunto de qué talla será mi ataúd. 








jueves, 9 de enero de 2025

Camino por la vida 
abanderando la máxima 
de que hay que follarse a las mentes. 

Como decía aquel guionista,
seguramente esclavizado y mal pagado 
a cuyo trabajo otro tipo más reconocido 
le puso su nombre encima...

...En aquella película viejísima 
que vi en mi piso de estudiantes fumadísima,
que era tan jodidamente buena
y de la que ni siquiera recuerdo el título...

...Y que años después sirvió de inspiración 
para esa tremenda canción 
de violadores del verso:
 
Yo hago el amor con las mentes. 
Me seducen las mentes,
me seduce la inteligencia.

Me seduce una cara y un cuerpo
cuando veo que hay una mente que los mueve
y que merece la pena conocer. 

Yo hago el amor con las mentes.
Hay que follarse a las mentes.






miércoles, 8 de enero de 2025

¿Recordáis a Pablo, el héroe anónimo 
del que os hablé hace unas entradas,
que se cruzó el jodido apocalipsis 
para no faltar a su cita de tatuaje..?
Pues hoy tenía cita de nuevo. 

Se ha presentado con un abrazo, 
felicitando el año nuevo 
y un regalo de navidad ilegal. 

(Gracias Pablo, te queremos.)

Él no es un camello, 
ni yo soy una yonki. 
 
Hace meses que no fumo.
Mi tolerancia ha disminuido en este tiempo,
y la yerba que ha traído era potente. 

-Une los puntos.-

El tatuaje está hecho,
Pablo es feliz 
y yo voy puestísima. 

[Pausa para aplausos]

En mi estado actual,
sospecho que va a ser
una larga y mágica noche de 
escritura esquizofrénica compulsiva. 

Sin nada más que añadir, 
os dejo por aquí una pequeña joya del cine
que representa fielmente mi humilde opinión 
sobre el tema central de esta entrada.

Buenas noches.





lunes, 6 de enero de 2025

Anoche soñé con el fin del mundo. 
En mi sueño había cinco lunas en el cielo
y la luz se comportaba de forma extraña. 

Todo el mundo estaba en la calle.
Todos tenían prisa 
por vivir en esa última noche 
todo lo que no vivieron 
en toda una vida.

La mayoría quería beber y follar,
algunos otros lloraban, 
o se encomendaban a algún dios.
Reinaba el clásico caos humano.

Pero yo,
simplemente estaba en mitad de la calle,
mirando el cielo fascinada,
preguntándome si acaso siempre hubo
cinco lunas ahí arriba,
solo que nunca había podido verlas.

[Ya sabes, la luz hace esas cosas...
Como dejarse curvar por la gravedad,
a pesar de que los fotones no tengan masa.]

Y en el sueño tenía sentido. 

Pero ahora miro al cielo,
y me parece una mierda. 
Aburrido.
Insípido. 
Vacío.

Como si me hubiesen robado cuatro lunas. 

Qué mierda de descenso a la locura. 
No es como lo imaginé. 

Preferiría dormir para siempre. 





jueves, 2 de enero de 2025

Conocí a Roman una noche, 
en la recóndita parada del metro 
donde se reúne sin querer 
el club de los perdedores.

Éramos los únicos en aquella estación,
esperando el último trayecto de un tren
que nunca llegaba. 

Cuando en los altavoces se escuchó 
aquella voz robótica que nos avisaba 
de que había un retraso en la línea, 
los dos suspiramos y agachamos la cabeza
al mismo tiempo, a unos metros de distancia. 

Fue cuando le miré. 
Llevaba tatuado el nihilismo en su cara,
y unas largas cicatrices de huída 
en su brazo izquierdo. 
No sé lo que vió él cuando me miró. 
Seguro que nada bueno. 

Pasé de él.
Saqué de mi mochila el paquete de tabaco
y busqué desesperadamente un mechero
que seguramente se estaba riendo de mí,
olvidado sobre el mostrador del estudio. 

Me rendí de intentar mantener 
un falso ideal de civismo,
y con una voz cortante le dije:

"Oye, tú."

Él alzó la vista de su móvil 
como si el peso de la mierda del mundo
le impidiese levantar la cabeza más.

"¿Tienes fuego?" 

Frunció el ceño.
No estoy segura de si lo hizo con desaprobación.

"Sí, sí...ya sé, no se puede fumar aquí...
Pero a quién cojones le importa."

Sacó con indiferencia un Zippo de su bolsillo 
y me lo lanzó como si no le importase
si lo agarraba al vuelo o si me sacaba un ojo. 

Encendí mi cigarro y me acerqué,
para devolverle el Zippo y ofrecerle,
con un gesto de desidia,
un cigarro a él también. 

Lo aceptó sin sucumbir 
a convencionalismos sociales como "gracias"
o nada parecido. 
Ahí supe que me caería bien.

Fumamos observando el vacío del túnel,
sin un ápice de esperanza 
en que ese largo día de mierda 
fuese a acabar mejor de lo que había sido. 

Y así fue como
ser cómplices de aquel pequeño delito
nos empujó a iniciar 
una de las mejores
y más extrañas
y más oscuras 
conversaciones que he tenido en mi vida.

Después de un rato,
hartos de esperar,
decidimos saltar las puertas del metro
y caminar por la fría noche juntos,
hasta nuestros inciertos destinos. 

Es el tipo de persona 
con la que disfruto consumir cafeína.
Creo que de un planeta similar al mío, 
en peligro de extinción...
o ya extinto.