domingo, 15 de diciembre de 2024

 Luigi Mangione


Te amo ♥️



jueves, 28 de noviembre de 2024

Reseteo de todos los sistemas completado.
Nuevas actualizaciones instaladas.
Eliminación de bugs exitosa. 

Informe de error:

- Tuve un momento de debilidad 
y me dejé llevar por el victimismo extremo.
Se recomienda no tenerlo en cuenta,
el error no es representativo del sistema. 
Ya se ha corregido el punto de vista,
y restablecido la conexión con la realidad.
Se ha recuperado el protocolo principal: 
Los golpes vitales han dejado de corromper
y ahora recargan la fuente de energía 
con mala hostia, sin límite previsto. 

En resumen: 

No me hagáis ni puto caso.
Ésto no se acaba hasta que mate a alguien.
Se recomienda mantener 
el perímetro de seguridad 
hasta nuevo aviso.

Fin del comunicado.

miércoles, 27 de noviembre de 2024


 Honestamente,
ojalá me hubiese llevado el agua.


miércoles, 20 de noviembre de 2024

Quizá cueste de creer, 
pero todavía existe gente que hace cosas
sin publicarlas en internet. 

Estos días he tenido insomnio agudo. 
Casi me he forzado a ello
porque me aterroriza dormirme. 
Tengo sueños extraños y espantosos,
supongo que fruto del estrés 
de intentar sacar mi vida a flote 
en mitad del puto apocalipsis. 

Todavía, a más de 20 días de la catástrofe,
siguen apareciendo cuerpos. 
Es evidente que muchos quedarán sepultados
bajo el barro para siempre. 
(Aunque en las noticias no suba el número)

Y mi mente hace cosas extrañas. 

La huida de la realidad 
como mecanismo de supervivencia 
me ha tenido escribiendo días y días. 
No paro de escribir. Durante horas.
Todo tipo de cosas, muchas sin sentido. 

Estoy haciendo recuento 
y tengo suficiente material 
como para publicar dos novelas. 
No es broma. 

Creo que se me ha ido la pinza a otro nivel. 
No sé si debería empezar a preocuparme. 



lunes, 11 de noviembre de 2024

Valencia, 
una de las avenidas principales.
Trafico colapsado, atascos, 
carreteras cortadas. 

Estoy en una parada de autobús superpoblada 
de gente esperando a autobuses 
tan cargados que ni paran.
El conductor nos mira mientras pasa de largo.

Una hora y pico, allí. 
Alrededor de 50 personas esperando.
Ya estaba tan desesperada que saco un cigarro.
Mi cara debe de ser un verdadero poema, 
porque veo a un chico de mi edad a unos metros
que se ríe al verme encenderlo a resoplidos. 

Se acerca decidido hacia mí, 
pienso que va a pedirme un piti.
Pero no. 
Me pregunta a dónde voy. 
Mi mirada debe ser tan hostil y de desconcierto 
que se apresura a decirme hacia dónde va él,
y me pregunta cuántos autobuses han pasado. 

La desoladora respuesta es 5, 
pero ninguno ha parado.

Le veo igual de hecho mierda que yo,
así que respondo a su pregunta,
le digo que voy en la misma dirección que él. 

Me pregunta si quiero compartir un taxi. 

Antes de darme cuenta, 
estábamos gritando al rebaño 
si alguien más quería compartir taxi.
Una chica, también de nuestra edad,
se abre paso entre la multitud 
y los tres desconocidos paramos un taxi, 
una calle más allá. 

Juro por Cthulu que no sé cómo
hemos empezado a hablar
como si fuéramos amigos de toda la vida. 
El taxista incluido, por supuesto. 
La siguiente media hora ha sido
despotricando sin ningún tipo de filtro
y cagándonos en todo lo cagable 
hasta los cojones de todo y todos. 
Los cuatro.

No sé nada de ellos, ni conozco sus nombres.
Perfectos anónimos sin nada más en común 
que un odio visceral y descomunal 
saliendo de cada uno de nuestros poros
a borbotones y sin control. 

Todos de acuerdo en el odio de todos,
odiando en la misma dirección y sin colores,
intensamente, casi fraternalmente. 

Ha sido como un vínculo fugaz,
una conexión extraña.

El chico ni siquiera nos ha dejado pagar,
creo que necesitaba tanto desahogarse
y le ha sentado tan bien
que yo qué sé, no tengo ni idea. 

Nos hemos despedido 
y cada uno ha seguido su camino.

Ni siquiera había compartido taxi antes
con un desconocido.

No sé, ha sido... raro.
El odio une, supongo.









jueves, 7 de noviembre de 2024

 <<Yo no amo a nadie y no quiero nada,
excepto la soledad y reposo,
reposo y muerte o como se llame eso
donde ya nadie molesta, no te nombra,
ni viene tarde o temprano. 
                                            Estoy cansado.
[...] 
Me he quedado sólo y no amo a nadie:
No amo ni siquiera los recuerdos
y los escribo para librarme de ellos.>>

Leonid Andréiev   |  El abismo






miércoles, 6 de noviembre de 2024

Actualización de la situación.
(Porque total, no tengo curro pero sí tiempo)

He estado toda la mañana en Aldaya. 
Me he cruzado con varios militares,
(contados con los dedos de una mano).
Hay helicópteros de la guardia civil 
sobrevolando la zona todo el rato. 
Algún que otro camión de emergencias,
y varios tractores pequeños moviendo barro.
Sirenas, sirenas todo el rato en la lejanía.
Muchísimos civiles caminando por las calles,
limpiando y cargando bultos de un lado a otro.
Gente haciendo cola para conseguir 
agua potable y comida.
Parece un hormiguero humano.

Ya me preguntaba por la presencia policial
cuando me he topado con unos cuarenta,
girando una esquina.
Apiñados a las puertas de un garaje,
bastante consternados. 
Olía a muerte y, a pesar de la multitud,
reinaba el silencio. 

Un kilómetro más allá,
me he cruzado con una señorita muy limpia
que paseaba un enorme golden retriever,
dorado y resplandeciente. 
El perrete, sonriente y ajeno al caos,
ha meado tranquilamente en una farola,
y su dueña, muy cívicamente,
ha sacado una botellita de agua de su bolso
y la ha tirado sobre la meada de su perro
para limpiar la farola. 
Una farola completamente llena de barro,
en una calle semi-inundada 
y amontonada de escombros. 

Luego ha seguido con su paseo como si nada. 

No sé cómo interpretarlo. 
Me rompe el cerebro. 
El ser humano es fascinante.