De alguna manera me estoy saboteando.
Es como si todo lo que hago estuviese evocado a desaparecer,
a ser olvidado en el tiempo, a desintegrar toda prueba capaz
de constatar que una vez, estuve aquí.
Inconscientemente lo planteo todo para que, cuando muera,
el universo continúe como si yo nunca hubiese existido.
Incluso las personas que tatúo, algún día no muy distante,
enterrarán con ellos mis dibujos y los convertirán en
pestilentes masas podridas y amorfas, y luego en polvo.
Dentro de 100 años
todas las personas que me conocieron
ya habrán muerto,
y el mundo jamás volverá a escuchar mi nombre.
-A nadie le importa que desaparezcan
aquellos que nunca debimos estar aquí.-
Pss...les importara algo, supongo, pero al final se les pasara.
ResponderEliminarNo se, quizas mañana haya mejor disposicion para seguir por aqui...o no...aquella pelicula viene al pelo: nadie hablars de nosotras cuando hayamos muerto.menos mal.un gran alivio.
saludos kiffi.
Tienes mucha razón, me encanto lo que escribiste.
ResponderEliminarMuy cierto. Pero creo que tenemos que vivir el ahora, sin pensar en qué es lo que quedará de nosotros. He leído varias entradas tuyas, y ole!
ResponderEliminarAcabo de hacerme un blog yo también! :)
Saludos!
Bastante cierto, me ha gustado mucho tu escrito.
ResponderEliminarEs muy cierto, pero ¿por qué no dejar huella? Uno nunca sabe, hay cada boludo que se hizo eterno. Nos leemos,
ResponderEliminarD.
Se que cuando se diga por última vez mi nombre no tendrán que pasar 100 años, serán menos...
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