Luego viene el día en que todos descubrimos por nosotros mismos
que una vez que tenemos las palabras para decir,
no hay nadie escuchando.
Se por qué estás huyendo.
(Tan sólo quema el mundo con tu último esfuerzo)
Nada detiene el ciclo de esa locura
que te impulsa a apretar el gatillo.
Tú deberías haber conocido el precio del mal,
víctima de tu propia creación.
Hoy,
el odio no necesita razón
y el amor es auto-asesinato.
Y vives sedada
porque apagaste tu cerebro,
y poco a poco te van llamando demente.
Incluso los que consideraste semejantes.
Tu trágico destino parece tan claro...
¡muere!
¡te he apuñalado
como unas malditas 50 veces...!
¿¡pero cómo puedes seguir vivaaaaaa!?
(joder, no puedo creerlo...)
Sonríe, de oreja a oreja.
Sonríe hasta casi llorar.
No es divertido,
pero he estado aquí antes.
Nada puede alejar mi mente de aquellos episodios.
Tampoco de sus palabras.
(Mi diabólico apetito de venganza me deforma cada noche)
Gasto el aliento perdiendo el control...
la huida es la opción menos inteligente pero la más instintiva, junto con la autodefensa.
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