viernes, 14 de agosto de 2015

A menudo tengo la clara sensación de que podría fácilmente salvaros a todos.
Como si se me hubiese concedido de forma innata ese poder, ese don:
Os veo navegando a la deriva, perdidos en mareas de incomprensión, 
agotando vuestros últimos recursos en esfuerzos sobrehumanos y grandiosamente estúpidos. 
Nadáis desesperadamente en la noche, buscando tierra a ciegas en la dirección equivocada.
Y siento como si os observase desde lo alto de un gigantesco faro apagado.  
Me sería tan fácil como pulsar un botón para encenderlo y mostraros el camino.
Pero no lo haré; yo no voy a salvaros.  
Prefiero observar cómo os vais hundiendo uno a uno y sufrís la lenta muerte que merecéis. 
Escuchar vuestros agónicos gritos mientras me fumo un peta cargado con una buena cerveza,
poniendo banda sonora con mi ukelele a vuestro final. 

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