Brutal ducha de realidad: me vuelvo a despertar en el baño.
No me he desmayado, he perdido la consciencia de forma sesgada (¿se me entiende?)
No estaba dormida, pero no estaba ahí. No se dónde estaba, creo que no existía.
Muy despacio me doy cuenta de que tengo la cara sobre la blanca losa de la ducha.
Noto el frío traspasándose de la piedra lisa a mi cuerpo entumecido.
No puedo moverme, ni encuentro un motivo para hacerlo.
Apenas soy capaz de girar la cabeza unos centímetros para mirar hacia abajo
y comprobar que ese molesto sonido que escucho lo provoca el temblor de mis piernas;
mis rodillas golpeándose repetidamente contra el suelo.
Sinceramente no se cuántas veces he vomitado hoy,
ni cómo he llegado a éste punto.
Cierro los ojos;
intento huír,
no se de qué.
Y de manera inesperada apareces frente a mí, veo tus ojos en el espejo del retrovisor.
Me miras a través del casco de la moto un instante,
y escucho tu voz amortiguada por el ruido del motor
-el de aquella preciosa Aprilia RS de 125 que tanto nos acompañó...-
Me dices que me agarre, que estoy loca, (siempre tan preocupado...)
Noto como te estremeces de terror por si me caigo.
Recuerdo aquél momento, cruzábamos uno de los puentes de las Artes y las Ciencias.
Era madrugada de agosto, lloviznaba y la ciudad estaba desierta,
los edificios se sucedían unos a otros con vertiginosa velocidad y el mundo era nuestro.
Yo apreté las piernas contra los laterales de la moto y levantada, estiré los brazos.
El viento me azotaba tan fuerte que no sentía la fina camiseta de tirantes
y por un momento llegué a pensar que me había quedado desnuda, pero me daba jodidamente igual.
Estaba literalmente volando, y aquel sentimiento de libertad era tan abrumador
que no pude más que rendirme a la euforia de aquel salvaje orgasmo neuronal.
Cada gota de agua golpeando violentamente nuestros cuerpos se convertía en una pluma,
y nosotros en dos golondrinas perdidas en mitad de la oscuridad de la noche.
Tan rápido como aparece se desvanece; te vas.
La luz blanca del baño vuelve a cegarme, y me recuerda que sigo viva, aquí.
Con mis veinticinco años pesándome como veinticinco siglos.
-Ésta vez hago un esfuerzo sobrehumano y consigo sentarme,
lo justo para encender el medio peta que hay en el cenicero
y esperar a que suceda algo que me haga salir de aquí.
O quizá esperando que no suceda.*
jueves, 30 de junio de 2016
martes, 28 de junio de 2016
viernes, 24 de junio de 2016
Se me hace ajena la sensación de la copa de vino en la mano.
Su peso, su aspecto, su olor... nunca bebo, nunca terminé de encontrarle el gusto al alcohol.
Pero me pareció que esta noche lo pedía, y lo único que tenía era la botella de vino que alguien me regaló hace un par de meses -irónico, pensé que se agriaría o acabaría en la basura antes o después.-
A un lado el cenicero sostiene un peta recién liado, al otro, mi peludo amigo observa atento mis pies descalzos precipitándose al vacío a través de la barandilla del balcón, oscilando entre los murciélagos que revolotean alrededor de esa estúpida farola que me ciega y me niega toda estrella en el cielo.
Enciendo el peta y adivino luces azules cruzando el bulevar a toda prisa, como si los hubiese invocado. Paso inadvertida para ellos, y para los escasos transeúntes que pasean acalorados bajo mis pies salvo, tal vez, para alguno listo de más que se para en seco y se gira, como buscando el lugar del que nace esta peste maravillosa a marihuana de interior recién prendida.
No importa, soy invisible; desde aquí no existo, no participo del mundo.
Sólo observo, analizo, contrasto y expongo mi crítica.
Me niego a formar parte de ese circo, no puedo, no me sale.
Sospecho que el mundo así lo prefiere, y no me importa.
Es más, me parece bien permanecer aparte -se me da de lujo- todos ganamos.
Debieron de confundirme en el hospital al nacer, y acabé en un planeta que no era el mío.
De algún modo eso tiene más sentido que el mundo que veo tras las rejas de la barandilla del balcón.
Más allá de los vertiginosos focos de los coches, unas figuras oscuras deambulan por el muro del cementerio, y puedo adivinar pequeñas nubes de humo que escapan furtivas de entre la penumbra.
Parece que uno nunca fuma solo, aunque se lo proponga.
Siempre hay un peta encendido más, al tiempo que tu enciendes el tuyo.
Pero eso... tampoco me hace sentir mejor.
La existencia resulta bastante vacía a veces.
Su peso, su aspecto, su olor... nunca bebo, nunca terminé de encontrarle el gusto al alcohol.
Pero me pareció que esta noche lo pedía, y lo único que tenía era la botella de vino que alguien me regaló hace un par de meses -irónico, pensé que se agriaría o acabaría en la basura antes o después.-
A un lado el cenicero sostiene un peta recién liado, al otro, mi peludo amigo observa atento mis pies descalzos precipitándose al vacío a través de la barandilla del balcón, oscilando entre los murciélagos que revolotean alrededor de esa estúpida farola que me ciega y me niega toda estrella en el cielo.
Enciendo el peta y adivino luces azules cruzando el bulevar a toda prisa, como si los hubiese invocado. Paso inadvertida para ellos, y para los escasos transeúntes que pasean acalorados bajo mis pies salvo, tal vez, para alguno listo de más que se para en seco y se gira, como buscando el lugar del que nace esta peste maravillosa a marihuana de interior recién prendida.
No importa, soy invisible; desde aquí no existo, no participo del mundo.
Sólo observo, analizo, contrasto y expongo mi crítica.
Me niego a formar parte de ese circo, no puedo, no me sale.
Sospecho que el mundo así lo prefiere, y no me importa.
Es más, me parece bien permanecer aparte -se me da de lujo- todos ganamos.
Debieron de confundirme en el hospital al nacer, y acabé en un planeta que no era el mío.
De algún modo eso tiene más sentido que el mundo que veo tras las rejas de la barandilla del balcón.
Más allá de los vertiginosos focos de los coches, unas figuras oscuras deambulan por el muro del cementerio, y puedo adivinar pequeñas nubes de humo que escapan furtivas de entre la penumbra.
Parece que uno nunca fuma solo, aunque se lo proponga.
Siempre hay un peta encendido más, al tiempo que tu enciendes el tuyo.
Pero eso... tampoco me hace sentir mejor.
La existencia resulta bastante vacía a veces.
miércoles, 22 de junio de 2016
Sólo a mí me ha tocado ser yo.
Creo que nadie puede ni empezar a imaginar
cuán insoportablemente sádico y tortuoso puede resultar eso.
Un cínico chiste del universo.
Del mismo universo que me dio la capacidad intelectual necesaria
como para entender dicho chiste, (añadamos ironía a la receta).
Y no consigo que me haga gracia.*
No puedo huir de mí.
Lo he intentado todo.
Estoy en un bug infinito
y no he guardado partida.
Fucking-game-over al borde de la locura.
Menos mal que nos odio a todos,
y puedo aferrarme a eso todavía.
Creo que nadie puede ni empezar a imaginar
cuán insoportablemente sádico y tortuoso puede resultar eso.
Un cínico chiste del universo.
Del mismo universo que me dio la capacidad intelectual necesaria
como para entender dicho chiste, (añadamos ironía a la receta).
Y no consigo que me haga gracia.*
No puedo huir de mí.
Lo he intentado todo.
Estoy en un bug infinito
y no he guardado partida.
Fucking-game-over al borde de la locura.
Menos mal que nos odio a todos,
y puedo aferrarme a eso todavía.
sábado, 18 de junio de 2016
martes, 14 de junio de 2016
lunes, 13 de junio de 2016
viernes, 10 de junio de 2016
Una clienta, cuando le pregunto qué quiere que le diseñe para su tatu:
- Pues verás, es que yo he tenido muchos problemas ¿sabes?, mi vida ha sido muy dura.
Cuando era pequeña estaba muy gorda y claro, se metían conmigo y me decían unas barbaridades...
y claro, crecí acomplejada y al final desarrollé anorexia nerviosa ¿sabes?, pero eso no es todo, porque como no quería que mis padres se enterasen pues al final comía y vomitaba, entonces me hice bulímica también, ¡imagínate! y ahora me ves gordita, ¡pero tu no sabes! Los dolores de cabeza por el hambre, el frío, y toda la vida en el gimnasio... porque es que sólo tomaba 500 calorías al día, y claro no te imaginas lo débil que estaba y parecía una muerta andante...
- ¿...y el dibujo?
- Ah si, pues había pensado en una pluma deshaciéndose en pajaritos porque creo que representa muy bien mi historia, porque las plumas son muy ligeras y los pajaritos deshaciéndose en el aire son como una representación personal del desequilibrio que llegué a alcanzar en mi vida, ya sabes, me pareció muy mío, ¿sabes? como algo muy personal que encaja perfectamente conmigo, y con cómo soy, y la dura historia de mi vida, ya sabes.
- Ajá, qué original...
*Y todavía hay quien me pregunta por qué soy misántropa, ojo. *
- Pues verás, es que yo he tenido muchos problemas ¿sabes?, mi vida ha sido muy dura.
Cuando era pequeña estaba muy gorda y claro, se metían conmigo y me decían unas barbaridades...
y claro, crecí acomplejada y al final desarrollé anorexia nerviosa ¿sabes?, pero eso no es todo, porque como no quería que mis padres se enterasen pues al final comía y vomitaba, entonces me hice bulímica también, ¡imagínate! y ahora me ves gordita, ¡pero tu no sabes! Los dolores de cabeza por el hambre, el frío, y toda la vida en el gimnasio... porque es que sólo tomaba 500 calorías al día, y claro no te imaginas lo débil que estaba y parecía una muerta andante...
- ¿...y el dibujo?
- Ah si, pues había pensado en una pluma deshaciéndose en pajaritos porque creo que representa muy bien mi historia, porque las plumas son muy ligeras y los pajaritos deshaciéndose en el aire son como una representación personal del desequilibrio que llegué a alcanzar en mi vida, ya sabes, me pareció muy mío, ¿sabes? como algo muy personal que encaja perfectamente conmigo, y con cómo soy, y la dura historia de mi vida, ya sabes.
- Ajá, qué original...
*Y todavía hay quien me pregunta por qué soy misántropa, ojo. *
martes, 7 de junio de 2016
De alguna manera es cierto.
Somos las piedras en el camino de la humanidad;
los cínicos, escépticos, estetas, locos, suicidas...
la gente rota.
Entorpecemos los pasos de la conocida mayoría,
somos manchas en el expediente de la historia.
Todos los avances, la evolución, la ciencia...
esas penosas maravillas que nos prometían la felicidad
y que los optimistas ondean al viento como banderas
-pasando por alto los cadáveres abandonados en el asfalto-
se ven anulados cuando se nos observa.
Como un vagabundo pidiendo dinero
frente a un museo contemporáneo.
De alguna manera, siempre seremos los olvidados.
Porque recordarnos entorpece el progreso.
Porque somos la escoria del progreso.
Porque, si se nos recuerda,
la historia empieza a apestar a drama.
Héroe aquél
que de entre nosotros los marginados
aún intente alzarse para alcanzar la filantropía,
pero por mi parte sólo siento ya simpatía por los que, como yo,
sólo persiguen el punto y final
de ésta obra de teatro macabra y demente.
Somos las piedras en el camino de la humanidad;
los cínicos, escépticos, estetas, locos, suicidas...
la gente rota.
Entorpecemos los pasos de la conocida mayoría,
somos manchas en el expediente de la historia.
Todos los avances, la evolución, la ciencia...
esas penosas maravillas que nos prometían la felicidad
y que los optimistas ondean al viento como banderas
-pasando por alto los cadáveres abandonados en el asfalto-
se ven anulados cuando se nos observa.
Como un vagabundo pidiendo dinero
frente a un museo contemporáneo.
De alguna manera, siempre seremos los olvidados.
Porque recordarnos entorpece el progreso.
Porque somos la escoria del progreso.
Porque, si se nos recuerda,
la historia empieza a apestar a drama.
Héroe aquél
que de entre nosotros los marginados
aún intente alzarse para alcanzar la filantropía,
pero por mi parte sólo siento ya simpatía por los que, como yo,
sólo persiguen el punto y final
de ésta obra de teatro macabra y demente.
lunes, 6 de junio de 2016
La sombra de la luna ha llegado...
el fervor de una noche efímera vomita espinas de luz
tibio aro de sol que no sacia el hambre de los demonios
sueño inerte cuidado por tus manos frías.
Aquellas ganas de no ser el mismo
de vivir descalzo
estremecido
absorto
iluminado.
Entre penumbras acaricio el polvo que dejaron tus gritos
tan añejos como la idea del beso que nunca llegará a destino.
Que si somos gusanos
o misterios intactos...
O una simple llama que fugó del pudor
que permitió sepultar un canto de odio al pecado.
Y ahora las heridas del alba surgen delirantes
enmarcadas por las voces roncas
lanzadas por gargantas desnudas
desgarradas con nicotina...
Amen de los deseos sombríos...
de las historias contadas a medias
de las responsabilidades heredadas
de las expectativas desenfocadas.
...hemos de ser
de principio a fin
el camino empedrado del alma colectiva.
JUSTICE
M.Y.
miércoles, 1 de junio de 2016
No existe un sólo instante
en que no haya estado consciente
de encontrarme fuera del paraíso
[...]
Jamás el espíritu dubitativo, aquejado de hamletismo, fue pernicioso:
el principio del mal reside en la tensión de la voluntad,
en la ineptitud para el quietismo,
en la megalomanía prometeica de una raza que revienta de ideal,
que estalla bajo sus convicciones y la cual,
por haberse complacido en despreciar la duda y la pereza
-vicios mas nobles que todas sus virtudes-,
se ha internado en una vía de perdición, en la historia,
en esa mezcla indecente de banalidad y apocalipsis...
Las certezas abundan en ella:
suprimidlas y suprimiréis sobretodo sus consecuencias:
reconstruiréis el paraíso.
¿Qué es la caída sino la búsqueda de una verdad
y la certeza de haberla encontrado, la pasión por un dogma,
el establecimiento de un dogma? De ello resulta el fanatismo
-tara capital que da al hombre el gusto por la eficacia, por la profecía y el terror-,
lepra lírica que contamina las almas, las somete, las tritura o las exalta...
No escapan más que los escépticos (o los perezosos y los estetas),
porque no proponen nada, porque -verdaderos bienhechores de la humanidad-
destruyen los prejuicios y analizan el delirio.
en que no haya estado consciente
de encontrarme fuera del paraíso
[...]
Jamás el espíritu dubitativo, aquejado de hamletismo, fue pernicioso:
el principio del mal reside en la tensión de la voluntad,
en la ineptitud para el quietismo,
en la megalomanía prometeica de una raza que revienta de ideal,
que estalla bajo sus convicciones y la cual,
por haberse complacido en despreciar la duda y la pereza
-vicios mas nobles que todas sus virtudes-,
se ha internado en una vía de perdición, en la historia,
en esa mezcla indecente de banalidad y apocalipsis...
Las certezas abundan en ella:
suprimidlas y suprimiréis sobretodo sus consecuencias:
reconstruiréis el paraíso.
¿Qué es la caída sino la búsqueda de una verdad
y la certeza de haberla encontrado, la pasión por un dogma,
el establecimiento de un dogma? De ello resulta el fanatismo
-tara capital que da al hombre el gusto por la eficacia, por la profecía y el terror-,
lepra lírica que contamina las almas, las somete, las tritura o las exalta...
No escapan más que los escépticos (o los perezosos y los estetas),
porque no proponen nada, porque -verdaderos bienhechores de la humanidad-
destruyen los prejuicios y analizan el delirio.
Extracto de
Brevario de podredumbre
Emil Michel Ciorán
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