Éste hueco en mi pecho está lleno de razones para no existir.
El sabor amargo que siento no me llevará a mañana,
y tampoco galopar sobre éste caballo muerto.
Podría apenas estirar mis dedos para rozar la cordura,
pero siempre preferí caer hacia el lado incorrecto.
Aún así me dejaste pudriéndome en lo alto de ésta roca,
sola hasta reducirme a ésta maldita sustancia.
Es culpa mía por no saber todo lo que debería haber sabido
cuando lo único que tenía en mis manos era
un poco de soledad,
un poco de ignorancia
y un puñado de quejas.
Incluso ahora si estuviese muerta o aún con vida...
¡no me importa...!
Tirada en el suelo y con los huesos rotos
juré que jamás sanaría.