viernes, 9 de agosto de 2013
Tú, que rompiste desde siempre el yugo y, sacudiendo las coyundas, decías: "¡No serviré!".
Tú, que sobre todo otero prominente y bajo todo árbol frondoso estabas yaciendo, prostituta.
Yo te había plantado de la cepa selecta, toda entera de simiente legítima, pues
¿cómo te has mudado en sarmiento de vid bastarda...?
Quizá porque la ambición me ha terminado arrastrando al extremo más mortal de la ascesis.
Eso, junto con un trocito de todos vosotros, tiernos vástagos de hetaría...
¡Eh! Mucho cuidado con el perro que no ladra, y con el agua silenciosa.
De la existencia de las cosas uno puede razonar sus posibilidades y consecuencias.
Pregunté al hombre quién era, desde lo más bajo de las uñas hasta la parte más alta del cuerpo.
Y ahora se ha ido, escapado, evadido, desaparecido.
Retirada la causa, desaparece el efecto.
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escupe.