domingo, 11 de agosto de 2013

Conservo intactos en mi memoria los días radiantes de verano entre los cerezos y los almendros del valle. 
Recuerdo las libélulas del embalse revoloteando alrededor del humo de mis primeros petas a solas, a millones de kilómetros de cualquier otro ser humano, bajo el fuego del sol vivo a las dos del mediodía.  
Recuerdo mi bici tirada bajo los árboles frutales, los cientos de libros que leí...y a las ardillas. 
Y el sonido de la campanita de metal que mi madre tocaba desde la casita para avisar a todos de que ya era la hora de comer. 
Incluso podría cerrar los ojos y ver con perfecta claridad a mi hermana tirándose en bomba a la piscina con mi viejo bañador heredado, y a los gatos del vecino que me maullaban por leche en la puerta por la mañana temprano, cuando todavía hacía frío.

Ahora me torturaría con hierros incandescentes hasta morir entre los más dolorosos berridos... por haber despreciado cada segundo que pasé en aquel lugar, deseando con toda mi alma irme lo más lejos posible para no volver nunca. 

Maldita gilipollas ingenua insignificante...
Nunca aprendo. 

1 comentario:

  1. 2 polos opuestos, el día y la noche, el calor y el frio, un sueño y una pesadilla.

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escupe.