Que te follen a ti y a tus putas preocupaciones.
Que le follen a tu cartera, a tu ropa de marca, a tu maquillaje, a tu coche.
Que le follen a tu figura, a tu peinado, a tu manicura cara, a tu bolso de animales muertos.
Que le follen a tu novio de gimnasio, a tu perro de competición y a vuestros absurdos tatuajes.
A la mierda cada uno de los minutos que habéis pasado pensando en vosotros mismos.
A la mierda vuestra superficialidad, vuestra hipocresía, vuestra egocentría infinita.
Porque estoy rezando a un dios en el que no creo.
Estoy rezando por la lluvia.
Y rezo por maremotos.
Estoy suplicando de rodillas al jodido universo
para que nos barra a todos
de esta estúpida e insignificante piedra que flota por la nada
hacia la nada.
Rezo por ver el fin
y tener así un descanso
de ésta puta mierda de circo
que os habéis montado.
A la mierda todo y todos.
martes, 31 de mayo de 2016
lunes, 30 de mayo de 2016
lunes, 23 de mayo de 2016
lunes, 16 de mayo de 2016
Tengo que ir a la tienda de suministros, inevitablemente.
Así que me levanto temprano, me ducho, me lío un peta y salgo a la calle.
Cuando el autobús llega, está tan lleno que entro en pánico.
Para delante de mí, el autobusero abre las puertas, y yo paralizada
solo alcanzo a dar media vuelta tratando de alejarme de todas esas miradas.
Camino por callejones tortuosos y estrechos, donde la densidad de población es menor.
Lejos de miradas indiscretas y de la vista de la "autoridad", enciendo mi peta.
Pasa poco tiempo hasta que el mundo que se muestra ante mi comienza a cambiar.
El sol se vuelve negro, la luz pesa, y la gente desaparece.
Los edificios, antes imponentes masas de piedra erguidas en forma de aviso,
no son ahora más que escombros apilados y amasijos de hierros oxidados
que sobresalen de entre los restos como decrépitos huesos en una última expresión de agonía.
La vegetación crece descontrolada desdibujando la forma de las calles
y atravesando como lanzas infernales las pocas estructuras que permanecen en pie a malas penas.
Manadas de ciervos y otros animales pastan en lo que antes era el bulevar,
y depredadores insaciables los acechan desde despojos de coches amontonados.
Y sin embargo lo que más llama la atención es el silencio.
Ya no hay barullo, el murmullo de la humanidad y sus máquinas ha cesado.
La ausencia de ruido es tan estridente que casi parece posible percibir el sonido del universo,
los planetas de nuestro sistema solar moviéndose en perfectas matemáticas.
Y entonces todos mis miedos desaparecen, todo el peso de mis cargas,
cada gramo de dolor y tristeza.
Y el mundo se convierte en el lugar perfecto.
Y llego a la tienda de suministros.
Y la tipa me recibe con el morro torcido en una hipócrita sonrisa que sólo me da asco.
Y toda la paz que sentía se derrumba en un intenso sentimiento de odio
y vuelvo a querer morirme de nuevo.
Así que me levanto temprano, me ducho, me lío un peta y salgo a la calle.
Cuando el autobús llega, está tan lleno que entro en pánico.
Para delante de mí, el autobusero abre las puertas, y yo paralizada
solo alcanzo a dar media vuelta tratando de alejarme de todas esas miradas.
Camino por callejones tortuosos y estrechos, donde la densidad de población es menor.
Lejos de miradas indiscretas y de la vista de la "autoridad", enciendo mi peta.
Pasa poco tiempo hasta que el mundo que se muestra ante mi comienza a cambiar.
El sol se vuelve negro, la luz pesa, y la gente desaparece.
Los edificios, antes imponentes masas de piedra erguidas en forma de aviso,
no son ahora más que escombros apilados y amasijos de hierros oxidados
que sobresalen de entre los restos como decrépitos huesos en una última expresión de agonía.
La vegetación crece descontrolada desdibujando la forma de las calles
y atravesando como lanzas infernales las pocas estructuras que permanecen en pie a malas penas.
Manadas de ciervos y otros animales pastan en lo que antes era el bulevar,
y depredadores insaciables los acechan desde despojos de coches amontonados.
Y sin embargo lo que más llama la atención es el silencio.
Ya no hay barullo, el murmullo de la humanidad y sus máquinas ha cesado.
La ausencia de ruido es tan estridente que casi parece posible percibir el sonido del universo,
los planetas de nuestro sistema solar moviéndose en perfectas matemáticas.
Y entonces todos mis miedos desaparecen, todo el peso de mis cargas,
cada gramo de dolor y tristeza.
Y el mundo se convierte en el lugar perfecto.
Y llego a la tienda de suministros.
Y la tipa me recibe con el morro torcido en una hipócrita sonrisa que sólo me da asco.
Y toda la paz que sentía se derrumba en un intenso sentimiento de odio
y vuelvo a querer morirme de nuevo.
domingo, 15 de mayo de 2016
viernes, 6 de mayo de 2016
A veces la suicida que hay en mí no puede controlarse.
Las mutilaciones evolucionan y alcanzan nuevos estadios desconocidos.
Autoagresiones mentales que adoptan identidad propia
y se ríen de mí, dejándome muy hundida en éste líquido amarillo
que apesta a cerebros podridos y que bien podría ser
el último resquicio de la humanidad que una vez tuve.
Es irónico
el modo en que contemplo mi cadáver magullado
frente al espejo.
Y esos afilados colmillos que percibo
no son los míos,
pero llevan mi nombre.
¡Qué importará morir devorada..!
Mi vida se fue con manadas salvajes
y corre por recónditos y verdes lugares.
Lejos, donde el aire no huele a humo
ni queda nadie para respirarlo.
Por lo demás
de mí ya solo quedan despojos
bastante fáciles de aniquilar
y una larga lista de incomprensiones.
Las mutilaciones evolucionan y alcanzan nuevos estadios desconocidos.
Autoagresiones mentales que adoptan identidad propia
y se ríen de mí, dejándome muy hundida en éste líquido amarillo
que apesta a cerebros podridos y que bien podría ser
el último resquicio de la humanidad que una vez tuve.
Es irónico
el modo en que contemplo mi cadáver magullado
frente al espejo.
Y esos afilados colmillos que percibo
no son los míos,
pero llevan mi nombre.
¡Qué importará morir devorada..!
Mi vida se fue con manadas salvajes
y corre por recónditos y verdes lugares.
Lejos, donde el aire no huele a humo
ni queda nadie para respirarlo.
Por lo demás
de mí ya solo quedan despojos
bastante fáciles de aniquilar
y una larga lista de incomprensiones.
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