Conocí a Roman una noche,
en la recóndita parada del metro
donde se reúne sin querer
el club de los perdedores.
Éramos los únicos en aquella estación,
esperando el último trayecto de un tren
que nunca llegaba.
Cuando en los altavoces se escuchó
aquella voz robótica que nos avisaba
de que había un retraso en la línea,
los dos suspiramos y agachamos la cabeza
al mismo tiempo, a unos metros de distancia.
Fue cuando le miré.
Llevaba tatuado el nihilismo en su cara,
y unas largas cicatrices de huída
en su brazo izquierdo.
No sé lo que vió él cuando me miró.
Seguro que nada bueno.
Pasé de él.
Saqué de mi mochila el paquete de tabaco
y busqué desesperadamente un mechero
que seguramente se estaba riendo de mí,
olvidado sobre el mostrador del estudio.
Me rendí de intentar mantener
un falso ideal de civismo,
y con una voz cortante le dije:
"Oye, tú."
Él alzó la vista de su móvil
como si el peso de la mierda del mundo
le impidiese levantar la cabeza más.
"¿Tienes fuego?"
Frunció el ceño.
No estoy segura de si lo hizo con desaprobación.
"Sí, sí...ya sé, no se puede fumar aquí...
Pero a quién cojones le importa."
Sacó con indiferencia un Zippo de su bolsillo
y me lo lanzó como si no le importase
si lo agarraba al vuelo o si me sacaba un ojo.
Encendí mi cigarro y me acerqué,
para devolverle el Zippo y ofrecerle,
con un gesto de desidia,
un cigarro a él también.
Lo aceptó sin sucumbir
a convencionalismos sociales como "gracias"
o nada parecido.
Ahí supe que me caería bien.
Fumamos observando el vacío del túnel,
sin un ápice de esperanza
en que ese largo día de mierda
fuese a acabar mejor de lo que había sido.
Y así fue como
ser cómplices de aquel pequeño delito
nos empujó a iniciar
una de las mejores
y más extrañas
y más oscuras
conversaciones que he tenido en mi vida.
Después de un rato,
hartos de esperar,
decidimos saltar las puertas del metro
y caminar por la fría noche juntos,
hasta nuestros inciertos destinos.
Es el tipo de persona
con la que disfruto consumir cafeína.
Creo que de un planeta similar al mío,
en peligro de extinción...
o ya extinto.
Me has recordado a Bukowski.
ResponderEliminarPoesía dura, real y envidiable.
Bien por los dos.
Eso es demasiado halagador, me temo.
EliminarExtinto, no te quepa duda. Y lo que ocurre en el metro, lo que se habla en el metro, se queda en el metro.:)
ResponderEliminarSí... tú sabes. xd
EliminarBueno, eso del intento de sacarte el ojo ya predijo la clase de relación que tendríais, totalmente sincera, sin proyecciones. Qué bueno encontrar personas en las que simplemente se puede ser, sin importar el qué ni cómo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Kiffi.
Sí, es genial cuando estás en presencia de alguien que no finge que le importas, te libera de hipocresías sociales.
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