Hablando de esas mierdas destructivas
que no le importan a nadie más que a mi...
Mi mente enferma me la vuelve a jugar.
¿Habéis disfrutado de la comilona navideña?
Yo no.
Con el único afán de ocultar mi verdadero yo
frente a miradas familiares que juzgan,
engordé medio kilo.
Ahora estoy cinco kilos por debajo
de mi peso recomendado según mi altura.
Me hace gracia esa recomendación médica,
por no decir que vomito sobre ella con asco.
Son demasiados años en caída libre.
Podríamos decir que me he pasado el juego.
Aprendí a vivir del café,
y convertí el odio propio en mi espada.
La comida es culpa, sólo culpa.
Bailo grácilmente sobre este escenario invisible,
siempre siguiendo la misma coreografía,
un mismo patrón aprendido de memoria
que ya me sale natural, sin pensar.
Invítame a comer,
si quieres recibir la sonrisa más hipócrita
y más ensayada de todos los tiempos.
Nadie tan desnutrido
te ha convencido nunca tanto
de que no tiene hambre.
Es una habilidad monstruosa.
El espejo me regala irrealidades,
pero mi mente encuentra siempre justificación.
No lleno los jeans, será que se han ensanchado.
Porque cómo se le van a quedar grandes
a una gorda masiva como yo. Eso no.
Uniformada de negro, siempre de negro,
me niego a ir de compras, a ese infierno.
Me las apañaré con un cinturón.
De todos modos ni si quiera sé qué talla uso.
No me veo a mí misma, no sé lo que veo.
Sólo a un dragón que me devora y escupe
una y otra vez.
Y por fin llegó enero,
el mes del ayuno intensivo.
Hay que celebrar el nuevo año
con una buena dosis de obsesión y cardio.
Es la única ilusión de salvación.
Cuanto más grita el dolor de mi cuerpo,
menos escucho los berridos de mi mente.
Silencio.
Sólo necesito silencio.
No puedo soportar más
este ruido atronador
que nadie más escucha.
Me pregunto de qué talla será mi ataúd.
El mío será XXXL... pero sin patatas fritas ni cerveza... a no ser que de aquí a entonces mejoren mucho los servicios funerarios, que ahora son de un soso...
ResponderEliminarEl demonio que habita en mí está convencido de que mi ataúd será de esa talla también, por mucho que la báscula lo contradiga.
EliminarLas funerarias son sosísimas en España, preferiría que fuesen más así: https://youtu.be/dt9XgZJzXqE?si=H-8ZZYdv_cmmTYpG
Este tipo de entierro ya me gusta más... mola.
EliminarLeyendo tu relato que supura sangre en herida abierta me ha venido a la mente el tema "el hombre medicina" de siniestro total...
ResponderEliminarSaludos
Hostia, no sé si reír o llorar 🤣 tremendo temazo de una época extinta
EliminarDisfruté más escribiendo sobre ella. En cuanto a lo otro creo que me decantaré por la incineración, aunque también me veo como Béla Lugosi en sus últimos días.
ResponderEliminarTe voy a ser brutalmente honesta:
EliminarMi mente galaxia no alcanza a entender de qué hablas, seguramente porque aún no estoy despierta del todo, pero esa es una justificación propia del que no quiere reconocer su estupidez xdd al menos sé quién es Béla Lugosi, y me voy a conceder un mini punto por eso.
La última frase me suena irónica y brillante, despues de un texto con tanta intensidad de emociones... me da a mi que lo menos importante va a ser la talla del ataúd porque eso será un problema de otros.
ResponderEliminarNo sé, lo veo así, pero yo soy rara de cojones.
Saludos.
Gracias...
EliminarSupongo que era una manera de decir que ni siquiera la muerte puede frenar este tipo de obsesión. Aunque tampoco digo que eso tenga sentido, no se lo busques.