Quisiera agarrarte con firmeza y lamer esas heridas.
Hacerlo de forma que aprietes los dientes y me gruñas,
que te escuezan y te quejes, que reniegues y resoples.
Lamería como si no hubiese mañana,
para que no lo volvieras a hacer.
Pero entonces tu me harías lo mismo
y no podríamos parar hasta que se nos gastasen las lenguas.
La relación perfecta.
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